Por PortalBerries.com

Durante años, la cosecha  manual ha sido el motor de muchas de las especies de berries en la agricultura chilena. En los surcos, entre hileras de frutillas y arándanos, miles de personas copan los huertos cada temporada para lograr la cosecha de una de las industrias más relevantes del país: la de los berries. Sin embargo, los costos, disponibilidad de mano de obra en ventanas clave de cosecha  y las condiciones del mercado están marcando una nueva era en el sector. La cosecha mecanizada ya no es una opción futura; es una necesidad presente que responde a un problema estructural: la escasez de mano de obra

La falta de trabajadores agrícolas es hoy una realidad transversal. La creciente competencia con la industria de las cerezas, que ofrece mejores sueldos por temporada, ha desplazado a gran parte de la fuerza laboral hacia ese rubro, dejando a los productores de berries con serias dificultades para cumplir con los tiempos de cosecha. En regiones como Maule o La Araucanía, no es raro escuchar testimonios de agricultores que deben cosechar con la mitad de su dotación, acarreando con esto, problemas de calidad o incluso dejar parte de su producción sin recoger.

La situación se agrava porque el cultivo de berries exige precisión y rapidez. No se puede esperar. La fruta tiene una ventana corta de madurez óptima, y un día de atraso puede traducirse en pérdidas significativas, tanto en calidad como en rendimiento económico. En un contexto donde la rentabilidad depende de pequeños márgenes, cada hora cuenta.

El tiempo como factor económico

La mecanización responde, justamente, a esa urgencia. Las cosechadoras no se cansan, no dependen de incentivos externos y pueden operar durante más horas al día. Si bien su inversión inicial es alta, los costos operativos y la eficiencia a largo plazo compensan ampliamente. Además, el uso de maquinaria permite planificar con mayor precisión las fechas de recolección y reducir el impacto de imprevistos como lluvias o picos de temperatura.

En la producción de arándanos, por ejemplo, un día más tarde en cosecha puede significar que la fruta pierda firmeza o esté sobre madura, afectando su condición de exportación. En el caso de la frambuesa, un retraso puede provocar sobremadurez que conlleva a otros daños asociados a la aparición de drosophila zusukii, dos factores que inciden directamente en la condición de los lotes y los porcentajes de fruta para IQF. En definitiva, la mecanización no sólo es una respuesta a la falta de mano de obra, sino también una herramienta para asegurar la calidad comercial del producto.

Una transformación tecnológica y cultural

Sin embargo, hablar de mecanización implica también un cambio de mentalidad. No basta con adquirir una máquina; se requiere adaptar el sistema productivo. La planificación de la plantación, las variedades y la estructura del huerto deben ser compatibles con el uso de cosechadoras. Además, se necesita capacitación técnica para operar, mantener y calibrar los equipos. En este sentido, la mecanización profesionaliza y facilita la labor del agricultores.

Por otra parte, este proceso abre nuevas oportunidades laborales. Si bien disminuye la cantidad de recolectores, aumenta la demanda de técnicos especializados en mecanización, mantenimiento, electrónica y logística. El campo no pierde empleo, lo transforma.

La competitividad del sector

En un mundo agrícola globalizado, la mecanización también representa una ventaja competitiva. Países como Estados Unidos, México o Perú ya han avanzado en este proceso, logrando mejorar sus costos de cosecha y su consistencia productiva. Si Chile quiere mantener su posición como referente en exportaciones de berries, debe acelerar este cambio. La mecanización no es solo una cuestión técnica, sino estratégica: significa asegurar la continuidad de la producción, reducir pérdidas y mantener la calidad que distingue a la fruta chilena en los mercados internacionales.

La historia del agro ha demostrado que quienes se adaptan primero, sobreviven mejor. En ese sentido, mecanizar la cosecha no es solo una decisión técnica, sino un acto de visión. Porque el futuro del campo —como siempre— se cosecha con tiempo, con inteligencia y planificación.